Hay un precioso poema de Rabindranath Tagore que dice así: «Llevo miles de vidas buscando a Dios. No sé cuántos caminos he andado, cuántas órdenes religiosas he conocido; solo Dios sabe a cuántas puertas he llamado, a cuántos maestros he servido y cuántos yogas y sacrificios he hecho. A veces Lo vislumbraba a lo lejos, a la distancia de una estrella lejana, pero, para cuando llegaba, la finalmente un día llegué a su puerta, y en la puerta había un cartel: “Esta es la casa de Dios”. Subo las escaleras, exultante por haber llegado a mi destino. Agarro la aldaba, y cuando estoy a punto de tocar… »¡El miedo se apodera de mí!: “¿Y si la puerta se abre y sale Dios…? ¿Luego, qué? Hasta ahora, encontrarlo ha sido la única meta de mi vida, mi única ocupación, mi única obsesión. Pero, si Lo conozco, todo habrá terminado: ya no tendré nada que hacer; ya no habrá peregrinaciones, ni viajes, ni sueños…, ¡será el fin!”. »Temblando de miedo, solté la aldaba con mucho cuidado, por miedo a que, al menor sonido, la puerta se abriera. Después me quité los zapatos para no hacer ruido al bajar las escaleras; y cuando llegué abajo, ¡corrí, corrí como si la vida me fuera en ello!, sin mirar atrás ni una sola vez».
En la última estrofa, el poeta dice: «Sigo buscándolo. Me verás recorrer distintos caminos en su busca, aunque ahora sé muy bien dónde vive. Sin embargo, sigo preguntando a otros dónde Lo puedo encontrar. En la distancia, cerca de la luna y las estrellas, percibo un vislumbre de Él; pero ahora estoy tranquilo, porque sé que, para cuando llegue, Él se habrá marchado. Ahora Lo busco en todos los sitios salvo uno: la casa donde vive; ni me acerco a ella. Ahora me cuido… ¡solo de él!».
Acerca del poeta:
http://es.m.wikipedia.org/wiki/Rabindranath_Tagore